Es difícil encontrarse a solas con la Ópera Garnier, también conocida
como el Palacio Garnier. La afluencia de turistas es tal, entre los que me
incluyo cuando salgo a conocer la ciudad, que es imposible conseguir una foto
con poca gente. Pero todo se andará.
Una verdadera obra de arte que deja fascinado a cualquier
visitante por su gran lujo y riqueza. El programa arquitectónico creado por
Garnier ha hecho de este palacio uno de los teatros más hermosos del mundo.
Los
orígenes de lo que hoy conocemos como la Ópera de París se remontan hasta la
segunda mitad del siglo XVII. En 1672, con la autorización de Luis XIV, se creó
la Academia Real de Música. Era una institución de arte dramático que
comprendía la ópera, el ballet y la música.
El 14 de enero de 1858 Napoleón III y la Emperatriz Eugenia de Montijo sufrieron
un atentado al regreso de la ópera, que entonces se encontraba en la rue Le
Peletier. Este hecho llevó al Emperador, en 1860, a tomar la decisión de
construir una nueva ópera. La construcción del palacio entró a formar parte de
los planes urbanísticos que el Barón Haussmann llevó a cabo a mediados del
siglo XIX. Para ello se realizó un concurso en el que participaron 171
proyectos. El favorito era el de Violet-le-Duc, que estaba trabajando en la
construcción del nuevo Louvre. El proyecto de Charles Garnier no lo era tanto,
pero contaba con una ventaja: en sus viajes al extranjero, uno de ellos a
España, había adquirido conceptos e ideas de estilos distintos y ese aprendizaje
le llevó a ganar el concurso.
Las obras se iniciaron en 1862 con algunos contratiempos. El
terreno era irregular, en forma de rombo estrecho y asimétrico, lo que llevó a
Garnier a solicitar ciertos acondicionamientos. Las obras tuvieron que ser
interrumpidas durante las excavaciones, encontraron cuevas con aguas
subterráneas que durante ocho meses tuvieron que ser succionadas con bombas.
Vista de la Ópera Garnier en 1875, año en que se
inauguró
Imágenes de la construcción de la Ópera
Garnier
También se vieron interrumpidas las obras con la Guerra Franco-Prusiana
(1870-1871), la caída del Segundo Imperio Francés (1870) y la Comuna de París
(1870). Durante este tiempo la construcción se realizó de forma esporádica,
hasta el punto de que corrió el rumor de que iba a ser abandonada. El entorno
que rodeaba al futuro palacio también supuso un contratiempo debido a que los
edificios superaban la altura permitida. El proyecto fue modificado en el
último momento para elevar el piso del ático y que el edificio conservara su
aspecto majestuoso, indispensable para un palacio dedicado al arte.
Antes de que finalizaran las obras, Napoleón III le pidió al barón
Haussmann que construyera una gran avenida que comunicara el edificio de la
ópera con el palacio de Las Tullerías, donde residía. La finalidad
era únicamente poder trasladarse tranquilamente desde su residencia hasta la
ópera sin riesgo de sufrir un nuevo ataque. La avenida de La Ópera se terminó cuatro años después de ser inaugurado el Palacio Garnier, en
1789.
Plaza de La Ópera vista desde la Logia del
palacio, y la avenida de La Ópera
Tras quince años de obras, el palacio fue inaugurado el 15 de enero de
1875 por el Presidente de la República Mac Mahon. Al evento asistieron como
invitados el Alcalde de Londres y el de Amsterdam y cerca de dos mil invitados
procedentes de toda Europa. Entre ellos Charles Garnier, aunque se dice que
tuvo que pagar su entrada y ocupó un palco secundario.
CURIOSIDADES:
- Se dice que la Emperatriz Eugenia de Montijo le preguntó al barón
Haussmann sobre el estilo que tendría el palacio, si griego o romano,
a lo que él le contestó: ¡Será en estilo Napoleón III, Señora!
- Las cuevas con agua encontradas con las excavaciones dieron
lugar a la leyenda sobre la existencia de un lago subterráneo que sirvió de
inspiración a Gaston Leroux para ambientar su novela "El Fantasma de la
Ópera".
- En 1867 se hizo una inauguración provisional con motivo de la
Exposición Universal. Las obras no habían finalizado, pero la fachada si estaba
terminada.
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